Amistades Montessori

Conexiones con los padres

En una reciente mañana nevada, quedé para almorzar con una vieja amiga cuyos hijos fueron alumnos míos en la escuela Montessori en la que yo enseñaba. Entre tazas espumosas de café y chai, me presentó a su pareja, también padre Montessori de alumnos que en su día asistieron a la misma escuela, pero él había estado allí unos años antes de que yo empezara a trabajar allí, y mucho antes de que asistieran los hijos de mi amiga. Así que tres padres diferentes, con antecedentes, profesiones y edades de los niños completamente distintos, pero todos habiendo tenido la suerte de ver a nuestros hijos educados e inspirados en el mismo entorno escolar. Como hacen todos los padres, intercambiamos historias sobre nuestras variadas experiencias dentro y fuera de las escuelas Montessori y el humilde viaje de ser padres.

Se nos empañaron los ojos al reflexionar sobre los intereses, las causas y las maneras dulcemente generosas de vivir en este mundo de nuestros hijos. Cuando pensamos en traspasarles a ellos y a sus hijos el cuidado de este frágil, precioso y arremolinado planeta azul y blanco, no podemos evitar preguntarnos si les hemos enseñado (o les estamos enseñando) todo lo que necesitan saber. ¿Tendrán lo que hace falta para enfrentarse en el futuro a la complejidad de los problemas y la toma de decisiones a los que nosotros quizá nunca nos enfrentemos o que ni siquiera podamos imaginar todavía?

Un legado sobre el que construir

Y mientras dejábamos que esas preguntas flotaran en el aire, la respuesta parecía establecerse en que quizá nunca lo sabríamos, aunque habíamos ofrecido lo mejor de nosotros, al menos lo mejor que podíamos reunir en un día determinado, algunos de ellos días duros. Sonreímos 186301700la certeza de que todos nuestros hijos habían pasado sus años de formación en una comunidad de aprendizaje maravillosamente compasiva. Al aprender a cuidar de sí mismos en la escuela -física y emocionalmente-, nuestros hijos fueron capaces de mirar a su alrededor y empezar a notar y responder a las necesidades de los demás.

Al encontrar alegría y asombro en el mundo natural -las formas de las hojas, los nombres de las partes de las plantas y las flores y los árboles, esos mapas de continentes alegremente coloreados de naranja y verde y rosa- nuestros hijos echaron raíces profundas al experimentar la conexión con la vida de forma práctica. Al construir bellos patrones con los materiales de cuentas matemáticas, leer sus primeros libros, cantar las mismas canciones de paz y amistad con su clase, nuestros hijos habían empezado a crear un sentido de identidad en valores de los que nos sentíamos orgullosos: respeto por la vida, comodidad y libertad en el orden, amabilidad y valentía en las relaciones, y alegría en el aprendizaje. Al cuestionarnos cómo funcionan las cosas, cómo se hacen y por qué, vimos cómo empezaba a florecer el intelecto.

El apoyo de los amigos

Así que, mientras despedíamos el año viejo y dábamos la bienvenida al nuevo, pudimos darnos cuenta de nuestras propias raíces compartidas como padres en aquel ruidoso restaurante de Main Street ante nuestros platos de huevos con patatas. Puede que todos tuviéramos estilos completamente diferentes en cuanto a la liberalidad con que reforzábamos las normas de la casa, si los enviábamos o no a la escuela dominical, o cómo abordábamos la resolución de problemas, pero a través de cada decisión, impartíamos nuestra propia visión del carácter...". Formar el equipo del auladesarrollo. Teníamos grandes esperanzas en el futuro -incluso en nuestros nietos-, en parte porque sabíamos que nuestros hijos tenían una historia común, un pasado por el que estábamos agradecidos, en medio de todas nuestras victorias o fracasos como padres.

Ser padres es un acto de enorme valentía. Arriesgar a nuestros hijos al mundo conlleva, en última instancia, una vulnerabilidad desgarradora al entregar todo lo que nos importa a las gloriosas incertidumbres de la vida. Y por mucho que los queramos, invirtamos en ellos, nos sacrifiquemos por ellos y nos preocupemos por ellos, por naturaleza, la paternidad nos ofrece también una fuerte dosis de desprendimiento. No sólo al renunciar a cualquier imagen que tuviéramos (consciente o inconscientemente) de los muchos hitos que experimentaría nuestra familia, sino también al darnos cuenta y liberarnos de nuestro propio apego a innumerables expectativas, incluso tácitas, sobre todo de nosotros mismos.

Además de compartir consejos y recursos de apoyo, los amigos pueden ayudarte a crecer en aceptación viéndote tal como eres. Pueden ser un espejo que te devuelva toda la belleza que has creado. Son testigos contigo de la maravilla y la alegría de crear vida y ver cómo se despliega en algo desconocido. Y mientras me alejaba por la nieve aquel día, recé una oración de agradecimiento por las amistades que me han aportado la paternidad y la enseñanza.

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